miércoles, 21 de diciembre de 2011

"Las Fiestas" para alienígenas


Este momento del año es ideal para explicarles, adorados come ratones, la diferencia entre "las fiestas" y "las Fiestas".

Una fiesta puede ser una reunión de 10 o más personas (por poner un número), en la que hay música y chupi. También puede ser una "partuza", ya saben de qué se trata, piratones extraterrestres. Podríamos hablar, incluso, de "un Fiesta", y estaríamos refiriéndonos a un auto.

Pero "las Fiestas", así, con mayúscula y en plural, son las dos cenas pedorras que llegan sobre el fin de año, y que reúnen en una mesa a una serie de personas que dicen ser de tu familia y suelen ponerse bastante molestas conforme avanza la noche, sube la siempre pegajosa temperatura de diciembre y aumenta el caudal de alcohol en sangre.

Mi top ten de personajes de "las Fiestas"

  1. El acaparador: se adueña de la bandeja con el matambre y la ensalada rusa, dejando para los demás alguna que otra feta de vitel toné.
  2. El melancólico: intenta durante toda la noche llegar al corazón del resto de los comensales haciendo parciales balances del año que se va, siempre recordando a alguna persona que ya no está entre nosotros.
  3. El chin chin fan: propone un brindis cada 37 segundos, en el primero la participación es masiva y se hace con una sonrisa, en el vigésimo sólo se levantan él y la tía Elvira.
  4. El obsesivo: tiene su reloj sincronizado con el segundero atómico de la N.A.S.A. y cuando se empiezan a escuchar los petardos de los vecinos, se opone a comenzar con el brindis al grito de "faltan 6 segundos".
  5. El obsesivo II: se muestra reacio a que los niños de la familia, pavotes adolescentes de 20 años, utilicen pirotecnia. Para justificarlo, brinda estadísticas conseguidas en el sitio web del Instituto del Quemado. Como alternativa propone el uso de chasqui boom, bolones y estrellitas mágicas.
  6. El obsesivo III: alerta a los gritos y con el mayor dramatismo posible sobre los accidentes oftalmológicos cada vez que alguien destapa un champagne, una sidra o acciona un puto sifón.
  7. El iconoclasta: intenta cada año romper las tradiciones, sobre todo con cambios en el menú. "¿Por qué  no compramos sushi?". Fracasado incansable, jamás logra sacar a la abuela Mirta del pionono agridulce.
  8. El envidioso amarrete: ante cada fuego artificial que "explota" en el cielo, calcula cuánto gastó el vecino que acaba de tirarlo.
  9. El pánfilo (exclusivo de Nochebuena): a pesar de los 43 grados y las 9320 calorías promedio del menú, siempre algún salame está dispuesto a disfrazarse de Papá Noel, barba y panza incluida, y hasta es capaz de proferir un gutural "jo jo jo" a la hora de abrir los regalos. El mote de "pánfilo" se potencia cuando ningún comensal tiene menos de 18 años.
  10. El chistoso (exclusivo de fin de año): a las 12 en punto (o cuando el obsesivo del reloj lo permite) grita fuerte el ya gastado proverbio "Felisa me muero". No contento con eso, repite dicha frase a cada comensal mientras da vuelta a la mesa brindando con todos.

    miércoles, 14 de diciembre de 2011

    "Diciembre" para un maya profeta


    ¿El mundo se acaba en 2012 o no? Poco me interesa la respuesta, porque a fines prácticos, es siempre lo mismo. En nuestra época, más de 500 años después de tu desaparición, el mundo termina cada diciembre.
    Dicen por ahí, los divulgadores de leyendas, los adoradores de farsas como Nostradamus y los productores de Hollywood, que vos y los tuyos eran grossos, que ningún otro pueblo de ese "nuevo mundo" tenía tanta onda para predecir el futuro como ustedes. Que se fumaban un xcolat y profetizaban las lluvias, los terremotos y la llegada de blanquitos con espejitos coloridos. Por eso, de repente, muchos panchos promulgan a viva voz que el año próximo todo se acaba, y hasta Axe utilizó dicho trascendido para armar una de sus siempre misóginas publicidades.
    Pero no te pienses que ustedes son los únicos que pudieron crear este sentimiento de apocalipsis inminente en esta avanzada sociedad del siglo XXI.Ya tembló más de uno por paparruchadas similares del ya citado Nostradamus, por amenazas de algún delirante religioso y hasta hubo personajes que construyeron refugios y compraron latas de frijoles por si todo colapsaba por el Y2K cuando cambió el milenio.
    Es que las sociedades humanas de esta época tienen predilección por los apocalipsis cotidianos. Y yo te juro que cada mes de diciembre, con leyenda maya dando vueltas o sin ella, el fin del mundo parece estar a la vuelta de la esquina.
    Resulta completamente inexplicable por qué cuando arrancamos la hojita de noviembre del calendario entramos en una especie de psicosis que nos hace querer reunirnos a la brevedad con personas que durante los 11 meses anteriores ni siquiera nos preguntamos si seguían vivas. Terminamos gastando fortunas y arruinados de cansancio por tener un evento diferente cada noche con ex compañeros de trabajo, estudio o cursos de macramé. Todos, absolutamente todos, se quieren reunir. No importa que los planes sean chinos: mates con un grupito a la tarde, luego cena con otro, y un heladito bajativo con un tercero, todo a las corridas y mezclado. Andá a acordarte después quién era el que estaba esperando un hijo y quién pensaba cambiar de trabajo.
    Por más que insistas, simpático maya, no podrás encontrar un motivo razonable para semejante estupidez. Así que desde este díscolo reducto me animo a rebelarme: quien quiera verme, que espere a enero... ¿ah nadie quiere? Matensé, ojalá se acabe el mundo.

    miércoles, 7 de diciembre de 2011

    "Caridad" para el E.T. nacionalizado

    Te invoco nuevamente E.T. Nacionalizado. Ya sé que te debo el cursito de fascismo de clase media, pero hoy voy a intentar explicarte un concepto no tan diferente: la caridad.

    Se aproximan las fiestas y en nombre de un tal Espíritu Navideño afloran por todos lados los sentimientos más miserables que el ser humano puede tener.

    Podría utilizar definiciones de diccionario para contarte de qué se trata este horrible concepto de "caridad", pero prefiero ir a los bifes con un ejemplo práctico. A continuación leerás una invitación que llegó a mi mail y que, juro a los incrédulos, es real. En rojo, algunas aclaraciones que, imagino, pudieron ir surgiendo mientras se gestaba esta gran campaña de amor.

    "NOCHEBUENA PARA TODOS es un gran GESTO DE AMOR (subrayo "gesto", de eso vivimos) donde dos familias se unen para celebrar la Navidad. A través de la caja de Nochebuena compartiremos una cena navideña (compartimos a través de una caja, sin rozar ni tocar pobres) y nos acercaremos a la vida de otra familia que no sólo tiene carencias materiales sino también una gran necesidad de amor y de reconocimiento (elemental, el hecho de que tengan carencias materiales desemboca en que necesitan nuestro amor y reconocimiento. La superioridad racial, con sabor a vainilla). La caja es un verdadero puente, un encuentro entre las familias que preparan y las familias que reciben la cena de Nochebuena"


    Para preparar nuestra caja tenemos la siguiente lista y los invito a que traigan algo de la lista que conforma la caja para que otros argentinos (importante, no sea cosa que se nos filtren inmigrantes) puedan despedir el año y festejar como nosotros (no como ellos quieran, como nosotros):


    Salados a elección para copetín.
    3 latas de paté (pueden ser segundas marcas)
    1 kg. de arroz
    2 latas de atún (vale desmenuzado)
    2 latas de jardinera
    1 mayonesa 500grs (suena a mucho para dos latas de jardinera, pero a los negros les gusta la grasa)
    1 paquete de mezcla para ñoquis (no van a comer pavo)
    1 salsa de tomate
    1 sobre de queso de rallar
    1 pote de kilo de dulce de leche
    1 leche larga vida (no todos tienen heladera)
    2 latas de duraznos en almíbar y/o cocktail de frutas (entre nosotros decimos "coktail", a ellos, para que entiendan, les diremos "ensalada")
    Para beber: variedad de jugos de frutas en sobres. Por favor no mandar botellas que suman mucho peso ni bebidas alcohólicas (elemental, pobre ebrio= mono con navaja)
    Budines
    Pan dulce
    Garrapiñadas
    Turrones (importante: que sean blanditos, el paco les arruinó la dentadura)
    Velas, manteles y servilletas navideñas (lo más importante es que sean navideños, sino el espíritu ídem se ofende)
    Vajilla descartable con motivos navideños (además de navideño, descartable)


    También incluí regalos para la familia. A modo de sugerencia: pesebres (amén), arbolitos de Navidad (hoy día hay muy económicos) [no me olvidé de pintar eso de rojo, juro que el paréntesis es original], artículos de limpieza e higiene (son sucios, qué duda cabe), ropa blanca, artículos de bazar. Y por sobre todo, muchas cartas, dibujos o juguetitos o todo lo que imagines que podrá sorprender a quien reciba tu caja (los pobres esperan entusiasmados las cartitas y juguetes usados, [juguetitos, perdón] de nuestros queridos hijos. 


    Para los que no me crean (sé que es difícil creer que haya gente tan espantosa) y quieran divertirse con sutilezas como los nombres de los "creadores" de semejante barbaridad, la explicación del logo elegido y algunas fotos desopilantes, entren a http://www.nochebuenaparatodos.com.ar/

    Para finalizar el curso, un poco de Micky Vainilla. Cualquier parecido con la realidad...


    viernes, 2 de diciembre de 2011

    "Tránsito de viernes" para mi bisabuelo



    ¿Te acordás querido bisabuelo (Antonio, Wilfredo, Jacobo, vaya uno a saber cómo te llamabas) de aquella Buenos Aires de los ´50? Ya hacía un tiempo que habías llegado de ¿Polonia? ¿Ucrania? ¿el Imperio Austrohúngaro? lo mismo da. Hacía tiempo que habías llegado y ya te sentías un porteño más: paseabas por la Costanera Sur, comprabas en las tiendas Harrods, te afeitabas en la barbería y tomabas café en Los 36 billares. Y para trasladarte de un lugar a otro, nada mejor que tu Renault Gordini.
    Orondo circulabas por las entonces absurdamente anchas avenidas, todas de doble mano, y en las bocacalles, desde su garita, un "vigilante" controlaba el fluído y ameno tránsito vehicular. Seguro te acordás cómo los colectiveros te dejaban pasar mientras subían sus pasajeros, cómo los taxistas (verdaderos profesionales de la conducción) cumplían a rajatabla las reglas. Lo que darías, bisabuelo, por volver un día para manejar tu Gordini por la hermosa Buenos Aires.
    Pero llegó el momento de darte la mala noticia. Esta ciudad tan querida se transformó en un verdadero infierno para el conductor aficionado. Cruzarla de punta a punta puede arruinarle el día al más pintado. Y esto, por algún extraño motivo que escapa a mi comprensión, se acentúa los viernes por la tardecita.
    Complicados por nuestra subjetividad, creemos que somos los únicos que tenemos que llegar puntuales a un lugar X o que prometimos pasar a buscar a alguien, o simplemente, sospechamos que a nadie más lo apremian las ganas "in-in" (intensas e intestinales) de ir al baño.
    La cuarta barrera que nos agarra, la octava vez que un colectivo queda trabado en el medio de la bocacalle en su afán de no esperar otra vuelta de semáforo, el décimo noveno idiota que pone las balizas y para en segunda fila vaya uno a saber pensando en qué, el enésimo taxista que nos hace luces cuando no podemos avanzar porque una vieja que a gatas puede mantenerse en pie está cruzando (mal) la calle, pueden ser las gotas que rebalsen el vaso y nos lleven a tomar alguna de las siguientes determinaciones:
    • Renunciar a la obligación, actividad o compromiso que teníamos, o incluso abandonar la pretensión del llegar al baño y relajar, ahicito nomás, los esfínteres. 
    • Sacar la cabeza por la ventana y gritar cual desquiciado "avancen la re puta madre que los parió".
    • Realizar ese estúpido proyecto naif de convertirse en Carlitos Ingalls e irse a vivir a una pradera.
    • Invertir nuestros modestos ahorros en algún proyecto de investigación científico que esté desarrollando la teletransportación segura.
    • Hacer la gran Maiquel Daglas en Día de Furia, clavar el freno de mano, salir caminando como si nada ocurriese y un par de horas más tarde, si pinta, romper todo con una bazooka.